LECTINAS:
Se trata de un grupo de proteínas de origen no inmune que están presentes en la mayoría de los seres vivos, tanto en el reino animal, vegetal y en microorganismos como bacterias, protozoarios y virus.
Por su capacidad para unirse, de manera reversible, a un determinado grupo de carbohidratos, sin alterar su estructura, se utilizan frecuentemente como reactivos.
Muchas lectinas derivan de semillas vegetales ya qué a menudo se utilizan como reactivos de afinidad para purificar glucoproteínas o para detectarlas sobre la superficie de las células.
Las lectinas son proteínas o glicoproteínas naturales de origen no inmune que pueden aglutinar células y son capaces de un reconocimiento específico para un determinado carbohidrato uniéndose reversiblemente, sin alterar la estructura covalente de los ligandos glicosídicos reconocidos. (En la química de coordinación, un ligando es un ión o molécula que se une a un átomo de metal central para formar un complejo de coordinación)
Las Lectinas que genera nuestro organismo nos favorecen «aglutinando» (capturando) los elementos y agentes extraños a nuestro cuerpo (virus, bacterias, parásitos, etc.), facilitando así la actuación de nuestras propias defensas naturales.
Cuando nos alimentamos, las lectinas que contienen los alimentos que ingerimos pasan a nuestro torrente sanguíneo como una parte más de los nutrientes. Si estas lectinas son compatibles con las que genera nuestro organismo dependiendo de cada grupo sanguíneo, se convierten en «colaboradoras» de nuestro sistema inmune.
Por el contrario, cuando no son compatibles, actúan «aglutinando» elementos de nuestro cuerpo (células del estómago, hígado, cerebro, etc.) volviéndolos vulnerables a nuestro propio sistema inmunitario, que los identifica «erróneamente» como ajenos e indeseables, procediendo a su destrucción y originándonos un problema de salud.
* (Por el momento, mi sugerencia para entender cuáles son las lectinas amigas y cuales la enemigas, es que leáis el libro de “Los Grupos Sanguíneos y La Alimentación”. Según los investigadores James y Peter D’Adamo la buena o mala asimilación de los alimentos está condicionada por nuestro grupo sanguíneo.
*En cada grupo -A, B, AB y O- hay alimentos que son perjudiciales, otros beneficiosos y otros neutros. Es más, aseguran que muchas enfermedades pueden deberse al mero consumo de alimentos no adecuados para nuestro grupo sanguíneo. Otros, en cambio, nos ayudarían a sanar. Incluso afirman que en ello está la razón de que muchas personas no consigan adelgazar cuando se ponen a dieta.
En suma, el doctor Landsteiner descubrió la razón de por qué unas personas fallecían después de una transfusión de sangre y otras no: sus sangres no eran compatibles.
Este descubrimiento le sería recompensado a Karl Landsteiner con el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1930. Cabe añadir que Landsteiner descubrió tres antígenos más (M, N y P) similares a los antígenos de los grupos A y B pero, a diferencia de éstos, su presencia en los glóbulos rojos no supone la existencia en la sangre humana normal de aglutininas naturales. Y posteriormente otro en 1940 -junto a Alexander Salomon Wiener- que bautizaría como antígeno D o factor Rh (llamado así porque lo encontró en el suero de conejos inmunizados con sangre procedente de un mono de la especie Macacus Rhesus). Este antígeno tiene su importancia cuando la madre no tiene el antígeno y el padre sí ya que en el segundo embarazo los anticuerpos específicos anti-Rh que desarrolla la madre pueden atravesar la placenta y provocar el aborto o una enfermedad hemolítica en el recién nacido que cursa con ictericia: la temible eritroblastosis fetal. Finalizo diciendo que posteriormente se llegarían a descubrir hasta 42 antígenos distintos en los glóbulos rojos si bien su incidencia es al parecer notablemente menor y no vamos por tanto a entrar a profundizar en ello.
Agregaré, por último, que los datos disponibles indican –de forma aproximada– que el 40% de los europeos posee sangre del tipo 0, otro 40% del tipo A, el 15% del tipo B y alrededor del 5% del tipo AB.
Y lo importante es que cada grupo sanguíneo reacciona de manera diferente ante ellas. Es decir, hay lectinas alimentarias –hablamos siempre generalizando– que son rechazadas por las personas de un tipo de sangre mientras no ocurre así con otros para los que incluso son beneficiosas.
En suma, ingerir alimentos que contienen lectinas incompatibles con nuestro grupo sanguíneo puede ocasionar diversas dolencias e impedirnos reducir el peso en caso de sobrepeso u obesidad. ¿Y cómo saber a qué alimentos somos intolerantes? Pues mediante un test de intolerancia alimentaria o sometiéndose al denominado Test del Indicán. Se trata de un análisis que permite calcular la eliminación a través de la orina de indicán, una sustancia del grupo químico de los índoles que se elimina por medio de las heces y la orina cuando el aparato gastrointestinal y el hígado no consiguen digerir las lectinas de un alimento. Como es obvio, cuando alguien consume alimentos ricos en lectinas incompatibles con su grupo sanguíneo se constatará una mayor eliminación de indicán al analizar la orina. Para Peter D’Adamo, si el test da un valor de 0 ó 1 no hay problema, si marca 2 o 3 hay algún problema y si la cifra alcanza 3 o 4 la situación puede considerarse crítica.
En caso de no poder realizar este tipo de estudio, sigue los consejos del libro del Peter D’Adamo. Lo importante, es conocer y adaptar tu alimentación a tu grupo sanguíneo. Por tus venas corre sangre de tus ancestros de miles de años hasta llegar a ti…
Rosa Irasuzte Roso
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